¿Heredar un negocio y darle un nuevo aire es emprender?
Y no, no estamos hablando de Succession y la familia Roy, sino más bien de esas miles de pymes con un mostrador detrás del cual se han situado varias generaciones.
Siempre que partamos de que emprender es empezar a hacer algo determinado que exige especial esfuerzo o trabajo y se trata de una empresa de importancia y envergadura, la respuesta a la cuestión que plantea el titular es un rotundo sí.
Continuar el camino que iniciaron otros, por ejemplo abuelos o padres, si no va más atrás la cosa, supone encontrarse con que parte del recorrido ya está hecho pero el que queda por hacer va a estar jalonado de obstáculos. Vamos a repasar cuáles pueden ser y cómo se pueden salvar:
Aceptar la herencia
Es la primera formalidad con la que hay que cumplir para evitar sorpresas futuras y evidenciar el cambio de titularidad. Esta aceptación implica para los herederos asumir derechos y obligaciones, por ejemplo responsabilizarse de posibles deudas y cargas, además de asumir la gestión.
Lo más aconsejable es que si esa sucesión está llamada a realizarse, la empresa realice un plan de sucesión donde todos los aspectos de la misma estén contemplados. Se trata de un documento que no se regula en la normativa sucesoria, puesto que se trata de un acuerdo voluntario, pero vinculante dado que se considera un contrato, y por tanto tiene fuerza de ley. Además también es aconsejable disponer de un protocolo familiar, un texto cuyo objetivo es regular la organización empresarial y las relaciones familiares.
Actualizar el negocio
La mayoría de negocios que se heredan han venido contando con la presencia del heredero o herederos en el día a día de la empresa. Esto supone que en muchos casos habrá cosas en las que la generación más joven habrá intentado llevar ese negocio al siglo XXI. Si no ha sido así por las circunstancias que fueran, heredar permite hacer este viaje en el tiempo para actualizar procedimientos, diseñar una nueva estrategia y un ecosistema digital, reeditar el catálogo de servicios, desarrollar el social media, implantar el ecommerce y analizar datos. Esto último es la clave para saber dónde estamos y a dónde hay que ir.
Crecer con el negocio
Es decir, facturar más. ¿Cómo? Con los métodos que ya conocemos: formación, conocer bien el mercado, saber qué hace la competencia, profundizar en conocimientos de gestión empresarial, enterarme de la normativa que me afecta… básicamente, estar al tanto de todo lo que rodea nuestra actividad.
Un buen consejo para que el negocio crezca, si hablamos de titularidad compartida, es contar con un órgano de gobierno, por pequeña que sea nuestra empresa. De ese modo se logra una implicación mayor de todos los implicados, alejando la idea del propietario líder que impone su visión a los demás, algo que puede provocar el desinterés o la desafección del resto.
Por ejemplo, cuando se hereda una pyme, es frecuente que uno de esos herederos pueda conocer muy bien los intríngulis de la actividad en sí que desarrolla la empresa, pero gestionar es ir mucho más allá. Ahí es donde diversificar y asumir diferentes responsabilidades convierte a una entidad en más eficaz.
Vigilar el aspecto psicológico
Trabajar por cuenta ajena supone compartir muchas horas con gentes de aquí y de allá, cada uno de su padre y de su madre, gente que no hemos escogido y con los que, en muchas ocasiones, hay que formar equipo. Si funciona suele ser porque al final de la jornada, el trabajador desconecta de su realidad laboral y ‘resetea’ su cerebro hasta el día siguiente.
Heredar una empresa nos puede poner en la tesitura de que nuestros compañeros de trabajo sean nuestros padres, hermanos, tíos, primos, pareja… en muchos casos, gente con la que se comparten lazos afectivos y planes de vida y de ocio. No es algo a priori positivo o negativo, hay tantos tipos de relaciones como personas en el universo, pero es fácil concluir que pasar muchas horas con alguien va a conllevar roces en algún momento, y sería adecuado gestionar previamente este aspecto también.
¿No habéis entrado nunca a una tienda en la que hay dos generaciones trabajando, pero solo una decide y opina mientras que la otra, que igual ya peina canas, sigue siendo eternamente aprendiz, eternamente aspirante?
¿No conocéis a nadie atrapado en una realidad empresarial que le resulta ajena pero a la que se ha visto abocado por presiones familiares o circunstancias económicas y sociales?
En cualquiera de estos dos ejemplos, sacar al emprendedor que se supone que todos llevamos dentro no es sencillo, por eso es mejor buscar inspiración en esas miles de empresas que han sabido cambiar de manos con coherencia, profesionalidad y orden.